En la práctica médica, cada vez es más frecuente atender a personas que, buscando mejorar su figura, han recurrido a los biopolímeros. Estas sustancias se aplican como relleno para dar volumen o disimular imperfecciones, pero lo que muchas personas desconocen es que no son seguras ni compatibles con el cuerpo humano.
El atractivo inicial de los biopolímeros radica en su aparente efecto estético inmediato. Primero se usaron en el rostro, después en glúteos y otras zonas corporales. Sin embargo, el verdadero problema es que el organismo no los reconoce ni los degrada, y la reacción adversa puede tardar incluso décadas en aparecer. Cuando los síntomas finalmente se manifiestan, el daño ya puede ser severo y de difícil manejo.
Las complicaciones no se limitan al dolor o la inflamación localizada. He visto pacientes que desarrollan cansancio crónico, alteraciones del sueño, compromiso del sistema inmune y, en los casos más graves, migración del material hacia órganos vitales como pulmones o cerebro. Esto convierte un procedimiento aparentemente estético en un riesgo de vida.
Ante cada nuevo caso, lo primero que necesito conocer es la historia del paciente: cuánto tiempo ha pasado desde la aplicación, qué producto se usó y en qué cantidad. A partir de allí, apoyados en estudios de imagen avanzados, podemos definir la extensión del compromiso y planear la mejor estrategia quirúrgica.
Hoy contamos con técnicas que permiten extraer los biopolímeros y, al mismo tiempo, reparar los tejidos afectados. No obstante, es una cirugía compleja que requiere experiencia específica. Por ello, la recomendación más valiosa es evitar llegar a ese punto: informarse bien, elegir solo procedimientos avalados científicamente y confiar únicamente en especialistas certificados.
La búsqueda de belleza nunca debería costarte la salud. La decisión más sabia siempre será prevenir.
Dr. José Rosales
Cirujano plástico – Especialista en extracción de biopolímeros
